martes, julio 04, 2006
  La Maquina de Triturar Poesia
15 de Marzo de 2403

Querido Diario, hoy casi nos descubren. Así que he decidido quemarte, pero no sin antes escribir mis últimos pensamientos, más como una especie de liberación que como un legado a alguien. No existe ese alguien. Este libro no llegara a nadie.

Desde que la literatura quedó en mano de los “Grandes Sabios”, el acceso a está se dificultó más y más cada año. No es que fuera imposible comprar libros, sino que todos habían sido “clasificados” según dicha entidad, que: “Protege los conocimientos y asegura que solo accederemos a aquellos que no contaminen el alma de los seres humanos”. Más difícil es, claro está, poder ganarse la vida como escritora. Pocos son los autorizados a publicar, y menos los que aun así logran pasar el profundo escrutinio de los sabios.

Para lograr la autorización, hay que inscribirse en un concurso anual, donde se pone en juego el propio futuro en la profesión. Si el trabajo es electo, se obtiene la gloria, fama y, por consecuencia, el dinero. Caso contrario, una es reubicada en otra profesión donde pueda explotar al máximo los potenciales que ellos ven en cada persona. La derrota no solo significa el final de la esperanza, sino también de la obra, que indefectiblemente pasa por la “Maquina de Triturar Poesía”, como vulgarmente se la llama.

Tuve la desgracia de presentarme a este concurso, junto a algunos grandes escritores de estos tiempos, a mi humilde entender. Durante cinco años preparé mi libro. Reconozco que no era nada de otro mundo. Era la historia de un sacerdote sin fe que se enamora de una mujer que resulta ser un ángel, y de ahí en más estaba repleto de pensamientos filosóficos poco profundos y hasta rebuscados. Pero era mi libro.

Llegué justo para el concurso de poesía. Tres muchachos y una señorita esperaban la aparición de los sabios, quienes, luego de los trompetazos pertinentes, se hicieron presentes y tomaron sus lugares. Sin mayores preámbulos procedieron a explicar el formato del concurso y dieron la señal al primero de los jóvenes para que comenzara. Transcribo el poema que leyó porque tocó algo en mí.

PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos
árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis
brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

¿Hermoso, no? Inmediatamente el público presente empezó a manifestar su opinión respecto al poema:

- ¡Trituradora! ¡Trituradora! ¡Trituradora!

Los sabios se reunieron en consejo y finalmente se escucho su decisión:

- Es muy bonito, pero poco constructivo. Lo siento.

Entre los gritos y pataleos del autor más la gente que festejaba, dos soldados tomaron el poema y sin más, lo pusieron en la maldita maquina. Esta es redonda, de color grisáceo y hace mucho ruido al trabajar. El aparato engulló los papeles y, casi en segundos, por debajo de ella salió un rollo perfecto de papel higiénico. El pobre muchacho se fue desolado mientras llegaba el turno del segundo que, sin dar tiempo a nada comenzó:

¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
Antes de partir, confieso
Que acertaste si creías
Que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
Que la esperanza se acabe
De noche o a pleno sol,
Con o sin una visión?.
Hasta nuestro último empeño
Es sólo un sueño en un sueno.
Me encuentro en la costa fría
Que agita la mar bravía,
Oprimiendo entre mis manos,
Como arena, oro en granos.
¡Qué pocos son! Y allí mismo,
De mis dedos al abismo
Se desliza mi tesoro
Mientras lloro, ¡mientras lloro!,
¿Evitaré ¡oh Dios! su suerte
Oprimiéndolos más fuerte?
¿Del vacío despiadado
Ni uno solo habré salvado?
¿Cuánto hay de grande o de pequeño?
¿Es solo un sueño dentro de un sueño?

Inmediatamente, y casi tan rápido como comenzó a leer, uno de los sabios grito:

- Sin sentido. A la trituradora.

Y el ritual se reiteró. La señorita se acercó entonces al lugar de lectura. Lucía muy nerviosa y declamó el siguiente poema, pero cometiendo errores en la lectura:

Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejaís;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heróicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

Creo que fueron los errores de lectura los que la condenaron. Y por fin le llegó el turno al ultimo, que confiado se paró frente a los sabios y declamó:

Las rosas son rojas
Las violetas azules
Mis ropas tengo guardadas
En un monton de baules.

Se hizo un silencio absoluto. Los sabios conferenciaron nuevamente y, un par de minutos después, aplaudieron. El joven lo había logrado con semejante poema...

Debo dejar de escribir o me será imposible deshacerme de ti, querido compañero. Ya sabes como mi obra fue a para a la trituradora, vencida por otra llamada: “La velocidad del chancho en la curva”, y que ahora soy una oficinista más en el mundo...

Adiós amigo mío. Quiera el destino que algún día nos permitan volver a escribir.

NA: Los poemas citados son:

1) 20, de Pablo Neruda
2) Sueño dentro de un sueño, de Edgar Allan Poe
3) Piececitos, de Gabriela Mistral
4) Baules, de Gilberto Perez Raueles.
 
Comments:
Muy bueno.
Seguro que esto también pasaría por ese armatoste destructivo;
Soy la muchacha mala de la historia

Soy
La muchacha mala de la historia
La que fornicó con tres hombres
Y le sacó cuernos a su marido.

Soy la mujer
Que lo engaño cotidianamente
Por un miserable plato de lentejas,
La que le quitó lentamente su ropaje de bondad
Hasta convertirlo en una piedra
Negra y esteril
Soy la mujer que lo castró
Con infinitos gestos de ternura
Y gemidos falsos en la cama

Soy
La muchacha mala de la historia.
(María Emilia Cornejo)
 
ja, bueno, el arte es subjetivo (?)
 
Menos mal que no trituraron este:
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
.
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
.
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
.
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
.
no haya telón
ni abismos
.
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites

Sin Benedetti nunca hubiese descubierto la poesía
 
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