sábado, junio 17, 2006
  Otro cuentito
El Carro


Héroe de mil batallas, el auriga sentía la arena lamer las ruedas de su carro mientras su lanza se hacia polvo al viento. Comprendía que tal vez esta sería su última batalla; atrás quedaban los momentos de alegría y tristeza, ahora solo eran él contra su némesis, uno quedaría un pie y el otro en el olvido.

Mientras el esqueleto de caballo que tiraba del carro renunciaba a renunciar en su lucha por llegar al final del campo de batalla, el auriga aspiró el seco aire. El desierto no había cambiado desde aquella vez, pero sentía la arena espesa que rozaba su rostro y la notaba más fría de lo que la recordaba. Adrenalina, temor, dolor, recuerdos de combates, guerras, victorias y duelos a la muerte… tal vez eso es lo que queda en la historia, pensó, tal vez solo uno, tal vez solo las falsas hazañas.

En el horizonte pudo ver la figura de su enemigo sentado sobre un magnifico elefante, adornado con todos sus atavíos de batalla, lanza en mano, presto al combate. Por un momento le pareció que era más joven que cuando lo conoció. Luego atravesó su mente la posibilidad de que fuera un hijo de aquel gran guerrero, pero recordó que no tenía descendientes, el ejército de las siete colinas los había exterminado. Fijó su mirada pero sus ojos no pudieron decirle lo su alma le susurro: aquel era Aníbal, aunque no lo pareciera. Su corazón se llenó de gozo, ese único que puede dar el verse ante un rival digno que se pensaba largamente perdido y que tras su desaparición había dejado un hueco que no podía rellenarse, sacándole sentido a la vida de un general, sacándole sentido a su vida.

Algo llamó su atención a los costados del carro: el desierto se convirtió en montes verdes. El aroma de los olivos se hizo visible mientras sus hombres lo rodeaban y cargaban contra Asdrúbal. Sus legiones avanzaban hacia el conflicto y se enzarzaban en combate. Retiró su espada del cinturón y atacó a un cartaginés que batía espadas con uno de sus soldados. El certero golpe cercenó la cabeza pero el carro no se detenía y no pudo ver el rostro de su adversario. A todo su alrededor, su ejercito vencía al contrario, cuyo general huía sin entablarle batalla. Ahora su carro atravesaba los mares en dirección contraria a la de escapada de Asdrúbal. Y entraba en Roma.

Nuevamente el desierto. Los muros de la ciudad de las siete colinas desaparecieron casi tan rápido como se habían formado frente a él. Aníbal lo esperaba en el horizonte. Parecía que nunca lograría acercarse lo suficiente para, por fin batirlo. Sin embargo podía ver su rostro a la perfección: la convicción de la inteligencia, el honor intachable, la seguridad de la hermandad de armas… Luego recordó su propio, sus arrugas, calvicie… se sentía viejo y combatía a un niño. Pero sabía que Aníbal era mayor que él, casi quince años mayor. Sin embargo sus músculos eran tan viejos… tan decaídos… tan inservibles…

Ahora los niños lo saludaban con laureles mientras el desierto cambiaba de forma y se convertía en su ciudad. La gloria de la republica inundó el erial y sus músculos se hinchieron de gloria. Hombres y mujeres clamaban su nombre mientras avanzaba por la calle empedrada rumbo al Senado, donde le entregarían su corona. Pero atravesó los salones del edificio sin detenerse, viendo a los políticos amigos y enemigos abrazados coreando su nombre. Algo rozo su yelmo y se posó en el piso del carro. Por un instante vio la corona de laureles consular y recordó su mayor logro político. De ahora en más él tomaría las determinaciones más importantes en la guerra. Y ya sabía que hacer: era hora de marchar a Cartago… era hora de volver al desierto.

Los pisos del Senado se convirtieron en agua. A su espalda, en un monte, una flecha atravesaba el pecho de Asdrúbal el joven, sentenciando su sino. Pero el muchacho había dejado de ser de su incumbencia desde Hispania, solo existía Aníbal en su futuro. El carro se sacudió cuando tocó la arena. A lo lejos vio a sus legiones arrasando al enemigo. Pero Aníbal se encontraba inmaculado sobre la duna. Nadie se le acercaba y él no retiraba sus ojos de los del auriga.

El carro avanzó arrojando hacia los costados a todos aquellos que se ponían en su camino, ya fueran aliados o enemigos.

- Un último esfuerzo - rogó el auriga a su esquelético caballo, quien nunca había cambiado la marcha desde el comienzo de esta. De repente el carro comenzó a desvanecerse. No llamó su atención hasta que sus pies se vieron apoyados en el aire. Tampoco le importó demasiado. Ya faltaba poco para alcanzar a Aníbal. Pero este parecía comenzar a desvanecerse. Mientras más se acercaba, más transparente se hacía su figura y la del elefante. Pero ya había llegado demasiado lejos. No iba a rendirse. Desaparecieron las legiones, los cartagineses y el desierto. Todo era oscuridad y lo único que la iluminaba era el fantasma de Aníbal, a pocos metros del auriga. Sacudió las riendas, que no surtieron efecto, y, de repente, el tiempo transcurrió en un segundo y estaba en el lugar donde segundos antes se encontraba el elefante. Pero lo único que allí había era un enorme cuerno de marfil y un cráneo humano, atravesado por una gladius.

El carro no se detuvo y no pudo ver que esa espada era la suya. Muy a lo lejos observo una figura que se iba a la oscuridad de la nada, sola, impotente, exiliada. Gritó su nombre y de repente la figura estaba parada junto a él en el carro. Aníbal puso su brazo izquierdo sobre el hombro de Escipión, sonrió y con su mano derecha señaló un punto de luz nuevo en la oscuridad.

- Allí es a donde vamos – le dijo – a la eternidad.
 
Comments:
holas tato
como va eso?
todo bien?
por aka todo de 10
tratando de escribir algocopado pero toy con una amiga que esta muy rompe!!!
muy bueno los "cuentitos" salen de la literatura que leo siempre!!!
jajajaja
bueno mando saludos!!!
suerte!!!
 
Tatengue!!!

Sorprendido total loco... en serio...

Quiero seguir leyendote... no abandones eh! ;)

Bexos
Ad
 
Publicar un comentario



<< Home
Historias creadas en momentos de dolor

Aristátoles, Sabio a domicilio
Perfil completo

ARCHIVES
junio 2006 / julio 2006 / octubre 2006 / febrero 2007 / mayo 2008 / junio 2008 / marzo 2010 / mayo 2010 /


Creative Commons License
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina.

Powered by Blogger



Diseño de la Pulga Atómica! para firefox, resolución 1024x768