martes, octubre 03, 2006
  3er Capítulo
III. EL Discurso

Hermanos demonios, herejes, paganos y ángeles caídos. Es un honor para mí poder dirigirme a ustedes en tan gloriosa ocasión. Permítanme agradecer a mi querido Rubén por la invitación.

Nosotros somos la elite, los más sabios y astutos entre los nuestros. Pero nos encontramos en peligro. Y este no se debe a un aumento de presencia celestial, o a una mejoría en la calidad de los cazadores humanos o eclesiásticos. Tampoco a errores de planificación ni al capricho de la fortuna; sino por nuestro propio descuido, nuestra falta de control y la proliferación de demonios menores.

Son ellos los que ponen en riesgo años de trabajo, de constante e incansable elaboración de métodos y sistemas. Son los no puros y los débiles los que requieren de sus deudores la realización de siniestros y morbosos rituales, que no solo manchan el prestigio de los nuestros, sino que guían a nuestros enemigos sobre nosotros. Díganme: ¿Cuántos de ustedes han pedido sacrificios humanos, violaciones, torturas o indecencias?

No, señores, no podemos permitir esto. Cada gota de sangre acerca a nuestros enemigos a nuestra guarida. Los hombres se han fortalecido y ahora presentan un reto para aquellos que no han desarrollado completamente sus aptitudes. Esto resulta en la desaparición de jóvenes y prometedores demonios, que mueren valientemente sin develar nuestra identidad a la raza humana. Los cazadores de las iglesias se guían por los rastros dejados por los idiotas y siempre terminan exterminando a los que verdaderamente podrían llevar nuestra raza a una posición superior. Pero estos no son de temer. Por mucho armamento, tecnología o entrenamiento, nunca serán verdaderos contrincantes. Ellos creen que salvan a los suyos y ayudan a las almas a llegar a Él. Es un objetivo noble, estúpido, pero noble.

Pero nuestros hermanos emplumados… ellos si son un peligro mayor, aunque al mismo tiempo son más idiotas que los humanos. El desconocimiento terrenal del abandono divino hacia la Tierra los mantiene con fuerzas, pero los ángeles conocen la realidad, aunque no quieren aceptarla. Es simple: Dios se fue. Después del sacrificio ritual de su hijo y de que los humanos utilizaran sus enseñanzas a su placer, abandonó el paraíso, cedió la creación de almas a los nuestros y a los celestiales y dando un portazo mando al demonio, parafraseando a los humanos, a toda la raza y a su creación. Claro que antes dejo reglas de juego: las almas llegan a sus cuerpos puras y con libre albedrío. Luego pueden ser corrompidas. Y la regla de oro de nuestras presencias: si queremos descender a este territorio debemos utilizar un cuerpo humano y vivir como sus iguales, sin memorias hasta que algo nos haga recordar. Por supuesto, ellos esperan pacientemente a que los suyos despierten. Nosotros doblamos las reglas incitando los sucesos, pero eso no esta prohibido.

Y aunque muchos de ustedes sientan odio por los ángeles, yo no puedo sino sentirles lástima. Nuestra raza es realista y sabemos que corromper almas es ganar poder, y quien más poder tenga gobierna los infiernos. Vivimos con un objetivo egoísta y cruel, una carrera por el mando absoluto, llena de traiciones y venganzas. Pero ellos no tienen la menor idea de por qué combaten. Algunos creen que salvando almas incentivaran al Señor a regresar. Otros creen que es su deber, su destino, e incluso algunos olvidaron los motivos y se resignan a que es lo que sus superiores les mandan, viviendo entre los humanos, esperando la cacería, hasta la muerte, sin una conciencia real de que sus razones están difuntas.

Por eso les digo, hermanos míos, nuestros enemigos es débil, tontos, no tienen objetivos valederos, razones por las que combatir… y pueden ser corrompidos. En eso recae nuestro verdadero poder. Todos ellos: hombres, clérigos, ángeles, cazadores… todos pueden ser tentados a unirse a los nuestros, si se sabe donde atacarlos. Y nuestras filas crecen día a día, con demonios menores, convertidos, descarriados y corruptos. ¿Cuál es el objetivo global de nuestra raza? No lo hay, o tal vez nunca nadie se planteó que podríamos enfocarnos hacia un bien común para los nuestros. Pero yo creo que tenemos la obligación de pensar que existe algo más allá del reino infernal.

Hemos observado al hombre por generaciones. Pudimos apreciar su comportamiento, su necesidad de superarse, como pueden convertirse en los seres más despiadados y en los más piadosos. Los contemplamos matarse unos a otros al mismo tiempo que algunos intentaban hacer de este un lugar mejor para todos ellos. Ambos bandos tuvieron derrotas y victorias, pero ninguno han podido mantener el control para convertir su teoría en realidad. Pero nosotros somos eternos. Nuestra muerte corporal nos significa solamente el regreso al inframundo, desde donde podemos aconsejar a los jóvenes.

Esta eternidad nos hace sabios, con la amplitud mental para darnos cuenta que es nuestra responsabilidad, nuestro destino, tomar el control de este lugar y convertirlo en el mundo mejor con el que ellos sueñan. Seamos realistas, no somos malvados y crueles como los humanos piensan. Muchos de nosotros aun añoramos nuestros años angelicales. Por eso podemos ser los regidores de la Tierra. Somos el perfecto equilibrio, sabemos que hay veces en que hay que destruir para construir y tenemos las agallas que los ángeles no tienen. Si es necesario arrasar ciudades para, desde las cenizas, levantar castillos donde se promueva los sueños humanos de igualdad, fraternidad y libertad, lo haremos. Somos seres superiores. Somos poderosos y sabios. Somos la raza superior y, con su ayuda, llevaremos a los hombres hacia donde Él debería haberlos guiado desde un principio. ¡Hermanos, es nuestro destino, nuestra obligación, nuestro objetivo y nuestro futuro! ¡Caerán ante nuestros pies nuestros enemigos aceptando nuestra superioridad! ¡Se arrodillarán los humanos pidiendo clemencia, pero no la otorgaremos ya que nuestro objetivo es mayor que unas cuantas vidas! ¡Los ejércitos infernales arrasarán a los detractores y a los demonios menores que mancillan nuestra condición y dan mal nombre a nuestra raza! ¡Seremos los regentes de esta tierra y le mostraremos al Cobarde que sus creaciones son superiores a Él! ¡Ustedes son los que llevarán adelante nuestro cometido! ¡Y yo seré su líder, el más sabio y el más poderoso! ¡¿Están conmigo?!


 
Historias creadas en momentos de dolor

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